El futuro ya no se controla con las manos, sino con la mirada. Lo que durante años fue una herramienta especializada para personas con movilidad reducida —un sistema que permitía teclear, mover un cursor o comunicarse moviendo únicamente los ojos— está empezando a migrar a dispositivos de consumo masivo. Y con ello surge una idea tan fascinante como inquietante: pagar, desbloquear o interactuar simplemente viendo un punto en la pantalla. Una revolución silenciosa que podría transformar la accesibilidad… y también el mercado.

Del hospital al supermercado

Los sistemas de eye-tracking, basados en cámaras infrarrojas de alta precisión, detectan hacia dónde miran las pupilas midiendo micro movimientos, reflejos y dilatación. Hasta hace poco estaban confinados a equipos médicos, centros de rehabilitación o computadoras especializadas.

Hoy el panorama cambió: laptops, celulares y gafas de realidad mixta ya integran sensores que permiten seleccionar íconos con la vista o desplazar una página sin levantar un dedo. Las empresas exploran un paso más audaz: usar esa misma interacción para pagar o autorizar operaciones.

Imagínalo: eliges un producto en una máquina expendedora sin tocar nada, te acercas a una terminal, confirmas la compra fijando la vista dos segundos en un punto brillante y listo. No hace falta PIN, ni huella, ni tarjeta.

“Mirar para confirmar”: la nueva llave universal

¿Por qué usar la mirada como método de autenticación? Hay tres razones poderosas:

1. Es extremadamente difícil de falsificar.
Cada persona tiene patrones de movimiento ocular únicos: velocidad de sacadas, trayectorias, microtemblores. Es un tipo de biometría tan personal como la huella digital.

2. Funciona sin contacto.
Ideal para hospitales, espacios públicos o personas que, por discapacidad o movilidad limitada, no pueden pulsar botones con facilidad.

3. Es rápido y discreto.
Mirar un punto es casi tan automático como respirar. La fricción se reduce a cero.

Por eso, sectores como la banca, la domótica y la movilidad están experimentando con esta modalidad: desde sillas de ruedas eléctricas que se manejan guiando la mirada hasta computadoras que desbloquean sesiones si detectan que los ojos pertenecen al usuario legítimo.

Más que accesibilidad: eficiencia y autonomía

Para muchas personas con discapacidad motriz, el seguimiento ocular ya es un cambio de vida. Un usuario puede escribir mensajes, controlar una tablet o maniobrar una silla eléctrica sin ayuda externa. La promesa ahora es integrar esa misma autonomía a objetos cotidianos: abrir la puerta de casa, activar un electrodoméstico o ajustar la temperatura de un aire acondicionado con solo observar un icono en la pantalla o la pared.

En empresas logísticas, algunas startups están probando cascos con eye-tracking para que los trabajadores seleccionen opciones en interfaces industriales sin soltar cajas ni herramientas. La mirada se convierte en un tercer brazo invisible.

¿Y qué pasa con la privacidad?

Aquí está el giro crítico. Tu mirada revela más que identidad o intención: también dice lo que te atrae, lo que ignoras, lo que te genera estrés o emoción. Es un mapa íntimo de tu atención.

Las empresas prometen procesar los datos localmente, sin enviarlos a la nube. Pero el riesgo existe: si un sistema registra dónde miras al comprar, podría anticipar tus gustos o vulnerabilidades con una precisión incómoda.

El debate no es menor:
—¿Es ético que una tienda sepa en qué producto te detuviste tres segundos más?
—¿Debe considerarse la información ocular como un dato biométrico especialmente sensible?
—¿Cómo evitar que se utilice para manipular decisiones de compra?

Como ocurre con toda tecnología emergente, regulación y diseño responsable deberán avanzar al mismo ritmo que la innovación.

Un futuro que se activa con un parpadeo

El “pago por mirada” no pretende reemplazar todas las formas de interacción. No todos los usuarios se sentirán cómodos, y no todos los contextos lo requieren. Pero abre un horizonte sorprendente: interfaces donde las manos descansan, el tacto deja de ser indispensable y la accesibilidad se vuelve estándar, no excepción.

Quizá dentro de unos años hacer scroll con el dedo o escribir un PIN nos parezca tan arcaico como marcar un número en un disco telefónico. Porque, al final, pocas cosas son tan rápidas y naturales como mirar.

Por admin

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